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miércoles, 23 de enero de 2013

Una Cita Mojada 2





Hemos cogido un taxi, pero él ha dado la dirección de un motel en la periferia de la ciudad. En el taxi no dejamos de comernos la boca, es como si estuviéramos desesperados por estar a solas, tanto que dejamos a un lado la idea de que el taxista puede estar mirándonos y empezamos a tocarnos.
Vas derecho a mi blusa y desabrochas un par de botones para dejar el canalillo de mis pechos al aire. Metes la mano por mi blusa y llevas tu mano a mi hombro, deslizando un poco el tirante de mi sujetador. Me confiesas al oído que hace tiempo que no tocas una piel como la mía, de seda, tan dulce y suave. Mi mirada se clava en tus ojos, el deseo me inunda, tú te separas un poco de mí y me miras y tu mirada resbala por mi piel, miras mis pechos voluminosos que ya están coronados por dos pezones anchos y duros por la excitación del momento. Me dices, deseo besarlo y te acercas a mí de nuevo rozando la comisura de mi sujetador con tus dedos. Tus manos comienzan a explorar mi cuerpo, muy, muy despacio, rozándolo delicadamente, como si temieras poder estropear mi cuerpo con tus caricias. Lo recorres entero, descubriéndolo y adorándolo, para finalmente venir a detenerte sobre mis pechos, metiendo tus dedos bajo mi sujetador que ya anda medio bajado, acariciándolos más intensamente y pellizcando y apretando suavemente entre las yemas de tus dedos mis duros pezones. Yo toco tu pelo y acaricio tu cuerpo acariciando tus hombros, tus bíceps, tu pecho, tu vientre, y continuó mi descenso hasta llegar a tu sexo. Me encuentro con tu pene, erecto, duro, ardiente de deseo, Con delicadeza empiezo a acariciar lo con la palma de la mano, sintiéndolo quemarme la piel. Me introduces la mano bajo la falda que al ser corta y con nuestros movimientos apenas tapa ya nada, dejando al descubierto mi ligero, y mi tanga blanco. Deslizas tus dedos hasta mi tanga y me acaricias mi sexo por encima de él, mientras yo no puedo de dejar escapar un gemido sin percatarme de que el taxista no deja de mirar por el retrovisor.
Oímos carraspear al taxista que nos indica que hemos llegado a nuestro destino. Rápidamente nos colocamos la ropa, pagamos la travesía y nos dirigimos al motel.

Continuara…

Dama de Hielo

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